Hogar. Ese pequeño lugar en este gran planeta que de alguna
manera “pertenece” solo a las personas que lo habitan, este espacio donde la mayoría entramos en una
relativa paz y nos sentimos sinceramente cómodos, donde de verdad podemos
descansar, uno de los pocos lugares en los cuales nos podemos mover con
libertad, sin el constante temor a ser juzgados por esos desconocidos, generalmente,
caminantes a los cuales en la mayoría de los casos solo se les ve una vez. En
el somos lo más parecido a lo que somos.
El hogar, suele ser ese lugar que llenamos de historias, de
recuerdos, de alegrías, de tristezas, en algunos casos, de momentos, de ataques
de risas, he incluso de vez en cuanto de estallidos de furia.
Si tuviésemos que materializar a cada persona, su hogar,
cumpliría esta función. Solemos llenar las paredes de ese con fotos de las
personas especiales en nuestra vida, de fotos de momentos inolvidables, llenamos las paredes
recuerdos traídos de viajes, de decoraciones, elegidas de tal forma que
identifican al habitante del hogar. Cada objeto del hogar constituye una
elección del habitante, el patrón de elección solo se justifica a través de sus
propios gustos. Por todas aquellas razones es que se puede considerar el hogar
como parte de la identidad del que lo habita.
Si retratamos a un abuelito de 80 años, adicto a la lectura,
profesor de historia jubilado, amante de la fotografía, no podemos evitar
imaginarnos en su casa mínimo una biblioteca. Al pensar en un amante de las
plantas, botánico reconocido, es inevitable imaginar en su hogar algún jardín
enorme, lleno de una gran variedad de plantas, o un huerto casero, un cocina
provista de hierbas tal vez, tendemos a imaginar que este tendría una cocina
llena de vegetales cosechados en su mismo patio. Hacemos todas esas relaciones
porque, lo que somos se refleja en lo que tenemos. Es una relación bastante
lógica, no hay lector sin libro, ni cocinero sin cocina o pintor sin pintura.
Nuestro gran hogar como penquistas es Concepción. La ciudad
cada uno de sus muros, sus plazas, sus edificios, sus estatuas, aquellos cines
que ya no son cines, todos estos elementos y otros más son los representan la
identidad o deberían representar la identidad colectiva de los penquistas.
Cada vez que se construye un edificio, cada monumento o
estatua nueva, los centros comerciales que se crean, también aquellas
construcciones que se destruyen, los grafitis que aparecen de la noche a la
mañana. Todos son cambios que responden a las necesidades y preferencias que
tenemos y vamos adquiriendo como penquistas. Si estamos creciendo como
población prontamente veremos un nuevo edificio que responda a esta necesidad y
que grafique esta realidad, en el caso de que comencemos como comunidad a consumir
más en artículos materiales, algún comercio o centro comercial será construido
en representación, acorde con aquella nueva realidad, si se pierde el interés
por los cines, entonces los cines desaparecerán.
Los cambios son los que dan vida en las ciudades, esta
permanente mutación es la que da cuenta de que la ciudad es activa, que hay
personas habitando en ella. Pero no todo cambia, siempre queda algo que el
tiempo no borra, que procuramos no destruir, que cuidamos con más cuidado, ese
algo no se destruye porque como comunidad le otorgamos un valor especial.
Concepción es una de esas ciudades que va cambiando
constantemente a lo largo del tiempo, pocas cosas trascienden y perduran para
las nuevas generaciones. Muchos de nuestros edificios son constantemente
azotados y derrumbados por los terremotos, pero la mayoría de ellos son
destruidos por nosotros, aparentemente no hay nada que los penquistas quieran
que permanezca en el tiempo, todo cambia a una velocidad impresionante, nada se
salva de ser borrado del mapa de nuestra ciudad y en muchos casos, luego de la
memoria de los habitantes de concepción.
En dentro de esta categoría de edificaciones perdidas y olvidadas
se encuentran los cines antiguos de Concepción. Más de siete cines que pasaron,
en unos pocos años, de ser los lugares más recurridos de la ciudad, parte
importante de la identidad de concepción, a ser o edificios en ruinas, o un par
de rejas que causan curiosidad en las pequeñas mentes de los nuevos y más
jóvenes habitantes de nuestra ciudad, otros terminaron, luego de una larga
historia de lucha, en ser centros comerciales, clubes nocturnos y de todos
ellos aquel que tuvo mejor suerte termino siendo una sala de teatro, una sala
que no abre sus puertas tan seguido como esperaría, pero por lo menos a
diferencia de los otros restos de cines, en este, de vez en cuando se escuchan
aplausos, aplausos muy parecidos a los que nunca faltaban después de cada
función.
Los cine representaron una parte importante de la vida de
los penquistas, era el centro de entretención de la época, un lugar sumamente
importante en la vida social de los penquistas, ellos eran los únicos lugares
en donde se reproducían las películas, a diferencia de lo que ocurre en
nuestros tiempos donde las películas están al alcance de todos los que tengan
computador, es más a la hora y en el momento que se nos antoje, podemos elegir
la película que nosotros queramos de entre una infinidad de estas, tan solo hay
que realizar unos cuantos clicks en unos minutos podrás reproducir el video, si
eres bueno buscando incluso puedes elegir el idioma y la calidad de la imagen.
Tiempo atrás ese arranque de la realidad era una oportunidad
única y solo la otorgaban los cines.
La información no estaba al alcance de todos, muchas cosas
que actualmente parecen de conocimiento popular, antes eran toda una novedad,
por ejemplo, los vampiros eran unas criaturas nunca antes vistas, todos unos
seres endemoniado, los tiburones incluso eran seres desconocidos en el
conocimiento común de la época, al mostrar esas criaturas en una pantalla
gigante en donde las imágenes se movían en secuencia una tras otra, el terror
era absoluto, humanos que bebían sangre, fuerza sobre humana, que prácticamente
olían el miedo y para rematar inmortales, la muerte en persona. O esa doble
corrida de dientes capaz de arrancar una pierna de un solo mordisco, un animal
que huele a la distancia la sangre humana, el terror de los mares. Todos los
sentimientos que debieron haber sentido aquellos hombres que vieron la película
Shark, cuantas veces sus corazones bombearon la sangre sin control, el temor
paralizante que debió haber recorrido por sus cuerpos. El cine era una
experiencia mágica para ellos.
¿Y para que llenar nuestras mentes de memorias, de recuerdos
de experiencias de otras personas, de nostalgias ajenas, si aquellos cines que
significaron tanto para otras generaciones ya desaparecieron y no volverán?
Muchos responderán a esa pregunta con un simple, pero no menos valido, por
cultura. Y entonces cabe la duda, ¿de
qué nos sirve la cultura en estos casos? Lamentablemente parece que en estos
tiempos todo tiene que tener una utilidad, frente a ese tipo de pensamiento
invito a pensar en cultura como aquello que nos une, que nos hace ser una
comunidad, crear una sola ciudad, un solo país y una sola humanidad. No
pretendo ahora hablar de lo obvio, y escribir los beneficios de la unión,
aquello seria malgastar palabras en vano.
A todos nos ha pasado que hablando con nuestros abuelos, tíos,
padres o cualquiera sea el pariente nostálgico que tenga ganas de hablar del
pasado que este rememora a aquel simbólico abuelo suyo, al que nosotros nunca
conocimos y nunca conoceremos, ya que, es bien sabido que hace muchos años
atrás que su residencia queda unas cuantas capaz de tierra bajo el nivel del
suelo. Este pariente nostálgico se emociona hablando de aquella persona, de sus
típicas actitudes; algunas anécdotas graciosas tal vez. ¿Y porque nos debería
importar a nosotros si el caballero del que nos hablan falleció hace mucho
tiempo, por muy interesante que sea, ahora es solo una historia, una memoria y
con suerte una lápida entre tantas?
Pero al final todos
somos historias, si nos cuestionamos acerca de este conocimiento porque no
cuestionarnos sobre nuestros propios abuelos, ellos dejaran este mundo pronto,
¿Qué beneficio tiene malgastar el tiempo con personas tan próximas a la muerte?,
estos personajes forman parte de nuestros antepasados, de esa parte de nuestra
historia que no vivimos, pero no por aquello menos nuestra. Estos personajes
son los que compartimos con nuestra familia, los que nos hacen fortalecer esa
unidad sanguínea, fortalecerla con una historia en común.
Porque no llevar aquello al plano de nuestra ciudad
Concepción, los cines son parte de nuestra historia, en momentos en los cuales
parece que cada día somos más, un grupo de desconocidos viviendo todos juntos
en un mismo espacio, en vez de una comunidad de penquistas que comparten un
pasado y proyectan un proyecto junto. Como a esta escritora le encantan las
frases cliché, he aquí una que calza muy bien la unión hace la fuerza, que este
tan usada la bendita frase no le quita verdad. Los invito entonces a conocer
Concepción, a encariñarse con esta ciudad, a conocer sus historias ocultas en
cada ladrillo que lucha por no ser derrumbado, y de esta forma los invito a ser
un solo Concepción.
"Pero al final todos somos historias"; esa frase es para enmarcarla, te juro jajaja
ResponderEliminarLo leí TODO, y estuve pegada a la pantalla de mi laptop desde principio a fin; amo cómo escribes. Ya espero la próxima entrada.
¡Un beso!
me ha fascinado como escribes
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